Este cuento, creo, es el primero que escribí. Es un homenaje a los desaparecidos, especialmente a mis amigos
Carlos María Araya, Roald Montes, Raúl García, Pocho, Pucho, Catalina Fleming, Chiqui Tosi, Adriana Tasada, José Agustín Martínez, María Cristina Rolle. También amigos míos Jorge Araya, a la Negrita y a Felipe Rodriguez Araya, todos estos asesinados por la triple A.
Para Nadia no había sujeto mas raro que Artedoro. Se había preguntado repetidas veces para que le serviría esa bolsita con piedras extrañas que colgaban permanentemente de su cuello.
Y esa costumbre de cabalgar montando al revés de todo el mundo, valiéndose de un espejo de mano para no llevarse las cosas por delante. Frecuentemente caminaba hacia atrás utilizando el mismo recurso.
Lo amaba. Y el día en que su rostro se reflejó en el espejo de Artedoro, este le dijo
-Oreiuq et - e inmediatamente agregó - Oh, perdón, lo que quise decirte es te quiero.
Nadia sin vacilar, le respondió
- Oreiuq et neimbat oy.
Con lo quedó así formalizado ese amor.
Era notoria la felicidad de ambos. Caminaban por todas partes mirándose embobados en el reflejo del espejo de mano.
Pasado el primer momento de perplejidad, la gente comentó:
- No es normal.
- En algo andarán.
- Por algo será.
Nadia descubrió un día que lo que mas deseaba era besarlo desde adentro del espejo. El día en que por casualidad se encontraron en el río, no solo se amaron; Artedoro le enseñó algo maravilloso: como meterse en el espejo.
Como era inevitable, la molestia de la gente trepo alto.
Un cura hablo del demonio.
Alguna gente los tildó de subversivos.
Cuando los rodearon para terminar con ellos, encontraron tan solo el espejo con la imagen de Artedoro y Nadia que los miraban. Rabiosamente el comisario le disparó haciéndolo pedazos.
Indescriptible fue la confusión cuando verificaron que en cada pedazo roto la imagen persistía. El cura aconsejó machacar los pedazos con un martillo.
Quisieron asegurarse convocando a un científico para que observara los restos con un microscopio.
En cada micrón estaban Artedoro y Nadia burlones y felices.
Y sucedió que empezaron a aparecer en todos los espejos. En los botiquines de los baños, en los roperos, en los de los autos y camiones, en las polveras.
Y ante el terror de los miserables empezaron a salir de los espejos miles de Artedoros y Nadias que tomados de las manos y utilizando las piedras rarísimas que los Artedoros llevaban colgados del cuello, terminaron de una vez y para siempre con el odio.
miércoles
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