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Hace 20 años que escribo y tengo publicada una novela corta

TAL VEZ CONVENDRÍA...

...aclarar cual es el propósito de este blog. Hace mucho tiempo que vengo con la idea de publicar,vaya a saber porque, un montón de cuentos, relatos, casi crónicas (algunas de ellas).Si desmenuzamos el "vaya a saber porqué", o al menos lo intento, tropezaré con algunas ideas vagas, como narcisismo, exhibicionismo, que se yo, dejarles a mis hijos algunos divagues...
Entonces mi cuñado me mostró el blog de un amigo y me dije: Bárbaro, con esto me alcanza y de paso por ahí gente que quiero y otras que no conozco lean algunas cosas de estas y al menos les resulte entretenido. Ojalá.

Sentate y ponete a leer

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jueves

LA COVACHA (Crónica)



Todas las noches me pasaba lo mismo. Nunca supe la hora, pero sucedía, me parece, alrededor de las tres o cuatro de la mañana cuando todos dormían. Me despertaba y sentía crujir el piso (era de madera) como si fueran pasos que comenzaban en la puerta de entrada, cruzaban el hall, el living, todo el pasillo de acceso a los dormitorios, entraban en el mío y se detenían al borde de mi cama. Ahí me parecía que me desmayaba de terror y despertaba al día siguiente comprobando que por suerte no me había sucedido nada.
Por supuesto, no se lo contaba a nadie. Me daba pánico que no me creyeran o que me dijeran que era mi imaginación. Y sobre todo que mis hermanos mayores me satirizaran burlándose como suelen hacerlo los hermanos de doce y trece años con uno de ocho.
Antes de dormirme, yo rezaba pidiéndole a Dios me librara de todo mal, incluyendo el que  me torturaba al promediar mi sueño, pero fatalmente abría los ojos en la obscuridad para oír el cric, cric que se acercaba cada vez más.
Una mañana, al despertar con el alivio que es de suponer, concluí que efectivamente debía ser producto de mi fantasía. Y me hice el firme propósito de enfrentar esos ruidos levantándome de la cama, decidiendo también que iría hasta la puerta de entrada prendiendo las luces, y que incluso abriría la puerta que más temía: la de la covacha. Así le decíamos en mi casa a un cuartito que estaba pegado a la cocina  y que mediría dos metros por dos metros, sin ninguna ventana y que servía para guardar los trastos de limpieza y todas esas cosas que nunca se tiran pero tampoco se recuperan.
Esa noche, como todas las noches desde hacía ya mucho tiempo, me desperté, sintiendo como siempre, las temibles pisadas. Me levanté y prendiendo las luces fui hasta la puerta de entrada. No contento con eso determiné revisar el resto de la casa. Hasta que llegué a la puerta de la covacha.



Primer final


Con el corazón latiéndome a toda velocidad abrí la espantosa puerta y prendí su luz. Adentro, claro, solo estaban las cosas que tenían que estar. Y me fui feliz a seguir durmiendo. Me dio resultado, nunca más me desperté muerto de terror.
Pienso, ahora pienso, que la covacha era la metáfora de por lo menos dos cosas: una, cualquier psicoanalista mas o menos avezado ya lo adivina, representación del inconsciente, es decir depósito de las abominaciones que todos los humanos, mas o menos,  guardamos  en ese lugar y otra, muy dolorosa por cierto, la intuición de todos los males que me esperaban en la vida, incluidos los males que no me afectarían de modo directo pero que igualmente llenarían mi alma de melancolía, como sin ir más lejos, todos los mártires generados por la bestialidad humana.


Segundo final:

Con el corazón latiéndome a toda velocidad abrí la espantosa puerta y prendí su luz.  Ahí estaba sentado en el suelo un dragón. Me miró sorprendido pero no dijo nada.
Tomé una pastilla de Gamexane y unos fósforos de un estante y la prendí. Después cerré la puerta cuidadosamente y pude ver que salía algo de humo por debajo de ella. Quizás sentí que tosían.  Desde entonces duermo como un lirón.

Rosario, agosto de 2004.


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