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Hace 20 años que escribo y tengo publicada una novela corta

TAL VEZ CONVENDRÍA...

...aclarar cual es el propósito de este blog. Hace mucho tiempo que vengo con la idea de publicar,vaya a saber porque, un montón de cuentos, relatos, casi crónicas (algunas de ellas).Si desmenuzamos el "vaya a saber porqué", o al menos lo intento, tropezaré con algunas ideas vagas, como narcisismo, exhibicionismo, que se yo, dejarles a mis hijos algunos divagues...
Entonces mi cuñado me mostró el blog de un amigo y me dije: Bárbaro, con esto me alcanza y de paso por ahí gente que quiero y otras que no conozco lean algunas cosas de estas y al menos les resulte entretenido. Ojalá.

Sentate y ponete a leer

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¿Estás cómodo?

martes

DE PALO (Crónica)

A medida que se terminaba el parque y me acercaba en diagonal a la esquina esa, me dio una súbita sensación que de esa calle en la que tenía que tomar el 155 podía brotar cualquier cosa: un dragón, el desfile de un circo, un enorme pie caminando. Es que era el atardecer final, casi noche y tenía como un clima fantasmagórico.
Pero no, al llegar no había nada de eso. Solo se destacaba en la soledad una mujer joven, con aspecto de estudiante universitaria,  que apoyada en el edificio que marcaba precisamente la esquina, parecía esperar a alguien, al lado del portero eléctrico. De tanto en tanto pasaba un auto.
Había un bar en otra de las esquinas. Con luces bajas parecía un sitio de aquellos tranquilos como para conversar de amor o recordar amores.
Así que ahí estábamos los dos  a una distancia de unos tres metros, espalda contra espalda, yo mirando la calle y ella mirando la puerta vidriada del edificio,  esperando. Yo el 155 y ella vaya a saber que.
Enseguida se develó el motivo de espera de la joven. Lo observé todo con el rabillo del ojo.
Era, naturalmente, un joven que bajó del ascensor y después de pasar la puerta de acceso del edificio se dirigió resueltamente hacia ella y tomándola de los hombros con ambas manos y mirándola fijamente con los ojos muy abiertos le susurraba con una expresión fría
algo que ella no alcanzó a contestar porque antes de que pudiera abrir la boca se dio media vuelta introduciéndose nuevamente en el edificio. Ahí se detuvo frente al ascensor y parecía que conversaba con una mujer mayor que no tengo idea de donde salió mientras ella atinaba a decir con voz un tanto alta, como para superar el obstáculo constituido por la puerta cerrada de vidrio:
-    Vos sós el que tenés que cuidarte.
El pareció no escucharla y un instante después se sumergió en el ascensor.
Con un semblante de gran dignidad no bien terminó de desaparecer el desapacible Romeo dio media vuelta y desapareció en la obscuridad de la noche... para reaparecer antes de que transcurrieran cinco minutos, pero esta vez en el rostro, ahora pálido, se dibujaba cierta angustia que seguramente descargó en el timbre del portero. Enseguida se escuchó por el parlante: - Hola, hola, hola, hola, hola. Holas sin respuesta que no fuera el dedo implacable que solo cesó su presión cuando vió, siempre a través de la puerta de vidrio, que el ascensor iniciaba su recorrido descendente. Ahí, la vengativa Julieta, se dio a la fuga. Todos hemos, casi con seguridad, haber escuchado alguna vez la expresión “los de afuera son de palo”.
Porque estos dos sujetos vivían su drama sin reconocerme en absoluto. Con una impunidad total me pusieron en el lugar de “palo”. Fue así que el pelado (el joven era pelado) bajó y luego de una breve inspección que no excedió un diámetro de cinco metros volvió a meterse en su casa, por supuesto, sin hacerme el menor comentario ni preguntarme nada.
Para mi sorpresa, apareció la dama que desde algún escondite cercano había seguido los movimientos de quien hasta hace poco, seguramente, era coprotagonista suyo en el tierno y tal vez apasionado, altar del amor, con el dedo como una lanza dirigido directamente al ajetreado timbre. Que fue respondido otra vez con –Hola, hola, hola, hola. Holas monocordes y de furiosidad oculta que tampoco fueron respondidos.
Ahí fue donde tuve el impulso de decirle suavemente a ella:
-  No, ya está, no sigas, el amor te espera seguramente en otra parte.
Claro que no lo hice. No quise exponerme a que ella me dijera con voz tal vez aflautada por la ira algo así como:
-    Que mierda tenés que meterte, vejete. Vos no existís!!
De modo que cuando el ascensor empezó a descender ella tornó a retirarse pero esta vez hacia el campo visual mío ya que todo el tiempo solamente miraba hacia el lado casi opuesto, en realidad lateral, haciendo como que mi único interés era el 155 el cual se obstinaba en no venir. La calle que era arbolada y que ya estaba francamente obscura, si se hace abstracción de la iluminación mortecina del alumbrado público, fue recorrida a grandes pasos  por la diosa de la venganza que esta vez se escondió frente a mis ojos detrás de unos árboles que se situaban a veinte metros aproximadamente de distancia.
Una vez en la calle, el joven burlado busco otra vez sin esforzarse demasiado. Estuve a punto de comentarle:
-    La turra está escondida en esos árboles.
Pero él no me preguntó nada. Empecé a dudar seriamente de mi existencia.
El muchacho se metió en el edificio. Yo no advertí que esta vez el no subió sino que se escondió en el palier. Un puma acechando a su presa.
Como un imán, cuyas ondas magnéticas no eran otra cosa que joder a quien le rompía el corazón, un modo patético de seguir estando cerca de su amor, al parecer irremediablemente perdido, volvió a tocar ¿a tocarlo?. Pero esta vez salió la fiera de su cubil gritando como un poseído:
-    la concha de tu madre, te voy a matar!!
Saltó ella como una gacela Thompson y tomando altísima velocidad logró poner dos o tres metros de distancia del desorbitado joven. Se perdieron rápidamente por la calle perpendicular a la que correspondía al 155 que  todavía se negaba a aparecer. El alboroto logró despabilar a un par de parroquianos del bar que salieron a la puerta y también a un par de peatones que venían en sentido inverso a la carrera de los ex – amantes que se dieron vuelta para ver las alternativas generadas por el drama que ahora se desarrollaba a gran velocidad.
Dado que no se escucharon gritos ni golpes, supuse que estarían orillando los límites de la ciudad.
Como un final cinematográfico, se acercaba a unas tres o cuatro cuadras mi 155. Se me ocurrió pensar que todo esto fue montado por la empresa de transporte para entretenerme por la larga espera, que en realidad no había superado los veinte minutos. Cuando ya estaba a media cuadra, cual no sería mi asombro, cuando regresa con la cabeza gacha y cansado el joven pelado quien penetra en su departamento. Y cuando yo estiraba la mano para subir la escalerilla que me rescataba de la inexistencia a la que me habían condenado, aparece ella que tal vez, porque nunca pude saberlo ya que mi transporte se puso raudo en marcha, se dirigía para lastimar suplicante, al objeto que alguna vez fuera de su amor.




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